Asociación Amigos de los Parques Nacionales
"Francisco P. Moreno"
Fundada por Decreto del Superior Gobierno de la Nación el 13 de enero de 1943.
Ante los ojos de quien ama a su comarca... que hace de los bosques montanos y roquedales su mundo... la tristeza de lo que ya no es por el fuego que todo arrasa...
Una nota de Brenda Segurel, la montañista que vive al pulso de su querida Villa la Angostura; la antigua aldea de la capilla y la estafeta.
Todos los fuegos el fuego.
En su libro, "Todos los fuegos el fuego", Cortázar escribe sobre viajes, tiempos, espacios, acciones e interacciones entre personas. Este verano tuvo algo de eso, y el título de la mejor obra de relatos de Cortázar le sienta a ésta historia casi como una ironia.
Durante éste verano trabajé un Parque Nacional único (¿qué Parque no lo es?): Parque Nacional Los Alerces. Llegué a mi destino después de cruzar los primeros focos de incendio en Península Huemul (Parque Nacional Nahuel Huapi). Habíamos tenido un invierno poco nevador, la falta de agua se empezaba a hacer notar y las temperaturas de diciembre y enero eran increiblemente altas para la región. Fue casi como un aviso temprano de lo que nos esperaba. Ahí estaban los brigadistas del SPLIF dándolo todo.
Por mi trabajo, deambulo bastante en los Parques Nacionales de la región; disfruto mucho de estar al aire libre y maravillarme con esos paisajes imponentes. Estuve un mes y medio en el Parque Nacional Los Alerces, rodeada de una belleza paisajística y una riqueza natural invaluable. Tuve la suerte de compartir ese tiempo con los guardaparques y los brigadistas del ICE, de quienes aprendí muchísimo, y pude ver de cerca a las situaciones insólitas a las que se tienen que enfrentar, volviendo a la casa cansados, pero sonrientes.
Temí, en un momento, cuando escuché sobre los incendios que se asomaban al Huechulafquen, en el Parque Nacional Lanin. Pero todo sonaba tan distante, tan irreal frente a esos majestuosos paisajes que pronto desapareció toda información sobre los incendios de mi rutina.
Nunca voy a saber porqué me fui con cierta angustia del Parque, como si me estuviera despidiendo de algo. Fue un camino largo, necesitaba pasar por Cholila, por Epuyén, por Puelo; como si necesitara ver esos lugares hermosos de la Comarca. Salí de Los Alerces vía Cholila; hacía años que no pasaba por esa zona y quería ver ese valle de pastizales verdeamarillo, rodeado del Tres Picos y esos glaciares hermosos, con el faldeo de cerros verdes.
Pasé por Lago Puelo, donde me recibió una imágen de los incendios que habían azotado la región durante el verano. Triste. Es la única palabra para describir lo que se veía sobre las laderas. Tristeza.
Por fin, en la comodidad de mi casa, pude volver a la calma del Nahuel Huapi. Esa tarde, en Bahia Mansa mirando hacia el sur, una nube gris y un olor penetrante cubría el fondo del lago y los cerros. Así fue como nos llegaron las noticias de los incendios que estaban consumiendo la Comarca, amenazando el Parque Nacional Los Alerces, el Parque Nacional Lago Puelo, Epuyen... y una lista de lugares y parajes.
Y ahí es donde recuerdo los lugares maravillosos, los paisajes, la sensación de estar en un lugar único. Y en ese momento que me preocupé por los amigos de la Comarca, por los guardaparques y brigadistas que lo estaban dando todo, en una tarea de Titanes. En ese momento recibí un mensaje de un amigo de Puelo que decía: "tengo el fuego a 100 metros de mi casa. Estamos defendiendo las casas". Sentí que se me partía el alma y me lloraba; saber que los lugares que más querés están siendo consumidos por llamas imposibles de combatir, que los amigos se quedan sin fuerzas (ni nada).
La sensación de impotencia es enorme.
Cuando pudieron controlar el fuego de Puelo, volvimos con unos amigos a escalar. Ver que la ruta no sirvió de cortafuego, que hasta el Patagual estaba rodeado de arboles y arbustos consumidos fue desolador. Segui durante muchas semanas las crónicas de los pobladores de Cholila y sus fotos; eran noticias desgarradoras.
En ese punto, la discusión si los incendios eran intencionales o naturales dividió a la población, colmó los medios y se dejó de lado el qué hacer de ahora en más, como prevenir futuras pérdidas o simplemente, qué aprendimos de todo ésto. Debo reconocer que todos nos olvidamos un poco del bosque y nos centramos en las intenciones que hubo detrás del evento. Y después, cuando ya no fue noticia, cuando se lograron controlar las llamas, un silencio enorme.
Esto que pasó es un viaje entre fuegos, habla de los tiempos de la naturaleza (me duele pensar que mis hijos no van a ver el esplendor de éstos lugares como yo los ví este verano); habla de espacios, nuestros espacios verdes y nuestros espacios sociales; habla de nuestras acciones como habitantes y visitantes de estos lugares, nuestras interacciones con el bosque. Esto que pasó, estos incendios desvastadores, invitan a conocer más, a viajar y ver qué somos capaces de hacer como humanos, qué somos capaces de aprender de la naturaleza.
Todavía sigo las crónicas de los habitantes y amigos de la Comarca. ¿Por qué? Porque todos vimos las llamas en la tele, pero no vimos el después. Los invito a leer la crónica de Daniel Roy Wegrzyn sobre el después del incendio en Cholila.
Lic. Brenda Segurel.
Dir. RRII AAPN
Desde estratos más elevados, el piloto -y amigo de Brenda- Daniel Roy Wegrzyn nos acerca un somero pero preciso informe de observaciones terrestres y espectaculares tomas aéreas de zonas afectadas o vecinas a los incendios.
Despues del incendio
Vivir en lo que ha sido el epicentro del gran incendio de Cholila hace inevitable el tenerlo presente, revivir esos angustiantes momentos es casi una constante. Basta con esperar que amanezca, levantar la vista, y las imágenes del bosque quemado aparecen con intensidad.
Pero ahora, con más tranquilidad, surgen recuerdos de situaciones que nos llamaron la atención, y que pese al fragor del incendio, nos impactaron mucho.
Una de ellas fue el sabor a humo que tomó el agua, no tanto del lago, pero sí de cada uno de los arroyos e incluso del rio Tigre, que en algunos casos la hacía en extremo desagradable. Fue como recibir un mensaje, como si la naturaleza se estuviera expresando sobre lo que realmente estaba pasando.
Otra de ellas fue el derretimiento acelerado de los glaciares a causa de las altas temperaturas y de la ceniza oscura depositada sobre ellos. Tanto que se veía el agua correr sobre su superficie. Normalmente uno observa que el agua fusionada surge por debajo y en ocasiones se construyen túneles de hielo a partir de esto. Tanto fue así que el río Tigre incrementó violentamente su caudal y se puso blanco de golpe. Como consecuencia de esto también el lago subió su nivel en forma notable.
Sobre las picadas hay varios manzanos asilvestrados, como resultado de siembras involuntarias por parte de caminantes y troperos. Fue tal el calor generado por el fuego que, aún sin quemar y a modo de un gran horno, coció y caramelizó las manzanas que había en los árboles.
Pero algo que nos llamó muchísimo la atención fue la actitud de los maitenes. Y digo actitud, porque muchos de ellos, aun estando lejos del fuego defoliaban abruptamente, en un acto volitivo, como si fuera una estrategia de defensa ante el fuego que se avecinaba. El maitén es un árbol muy típico de la franja ecotonal, en la transición del bosque a la estepa, de lugares con presencia de agua subterránea, muy apetecido por los animales, tanto que su follaje en la parte inferior siempre es plana, ya que consumen sus hojas hasta donde llegan sus cabezas.
Ahora, con más calma, hicimos algunas recorridas para comprobar que efectivamente era así. Encontramos muchos maitenes quemados, pero otros en los que si bien el fuego paso cerca, no hay evidencia de que el calor haya sido tan vivo como para molestarlo y de hecho el entorno permanecía verde. Estos se despojaron de gran parte de su follaje y sus hojas, aún verdes, cubrían el suelo.
Adjunto algunas fotografías de este fenómeno.
Profundizando el tema, nos enteramos que existe una nueva ciencia, aún muy resistida, pero con sólido sustento científico, que estudia la comunicación a distancia entre plantas a partir de, suponen, entre otras formas, las micorrizas, una suerte de asociación simbiótica entre hongos y raíces que favorecen la nutrición. Se teoriza que los hongos extienden su micelio bajo tierra en forma análoga a una red nerviosa y tendrían parte en esta comunicación.
Quizás habría que empezar a moderar nuestro escepticismo y dejar de considerar a los otros seres vivos como algo más que cosas que están sólo en función de nuestra existencia. Probablemente así aumente nuestro respeto y consideración hacia nuestra biota acompañante.
Daniel Roy Wegrzyn
Piloto.
Mayo 10 de 2015
(Fotog. D. R. Wegrzyn)
(Fotog. D. R. Wegrzyn)
(Fotog. D. R. Wegrzyn)
(Fotog. D. R. Wegrzyn)
(Fotog. D. R. Wegrzyn)
(Fotog. D. R. Wegrzyn)