Asociación Amigos de los Parques Nacionales
"Francisco P. Moreno"
Fundada por Decreto del Superior Gobierno de la Nación el 13 de enero de 1943.
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Cartelera de Noticias y otras yerbas
HOMENAJE A BERNABÉ MENDEZ
Primer Guardaparque caído en cumplimiento del deber.
Lleva su voz en cada marejada;
en el golpe de un remo sobre el agua;
en la alegría plena de vivir la selva
y al jugarnos la vida por cuidarla.
Él guía nuestro andar a cada paso
en un reino incuestionable de alimañas.
Es Bernabé quien nos alerta del peligro
Que se esconde en el remanso de las aguas;
en la marcha interminable entre las cañas,
y el silbido quemante de una bala.
Lo nombra cada golpe de machete
cuando brilla entre el rasguño de las ramas
y nos abre la picada más cercana
para volver a casa.
Y está en el agua fresca de un arroyo
que nos calma la sed y la fatiga.
Está en la incandescencia de la brasa
y en la luz del fogón del campamento
que repone las fuerzas
para continuar mañana.
Por el Guardaparque Guillermo MENDEZ
Un 14 de abril de 1968 en el Alto Iguazú caía cumpliendo con su deber y enfrentando a una partida de palmiteros y cazadores furtivos, presuntamente ingresados desde territorio brasileño, el Guardaparque Nacional Bernabé Méndez. Por ello un salto de las Cataratas lleva su nombre y alguna vez el centro de instrucción de guardaparques lucía con orgullo la misma denominación.
A este héroe, poco conocido, mártir de la conservación de la naturaleza en la Argentina y como cálido recuerdo a su viuda Blanca y el resto de su familia, así como a sus compañeros guardaparques le rendimos este sentido homenaje.
Sería posiblemente en la primera mitad de la década del 90', cuando en uno de mis viajes pasé varios días acampando en el Parque Nacional Iguazú en un cámping que orillaba el río del mismo nombre y a poca distancia de la caída de agua.
Las recorridas, charlas y mateadas lograron que me integrara a las reuniones de los guardas nacionales y así las anécdotas se hicieron moneda de intercambio entre éstos y quien suscribe.
Al arrimarse los más veteranos entre otras, surgió la historia de Bernabé, el que diera nombre al conocido salto pero desde la perspectiva humana... fue así que surgieron los nombres de quienes ese día fatídico acompañaron a Bernabé... y de apoco fui recreando en mi mente las escenas, y de alguna manera acompañando ese trayecto que era parte de la rutina en las recorridas habituales de la selva misionera en busca de novedades y rastros de la zona.
En un momento al borde de la selva y a metros del río, observan un bote semioculto en la vegetación y huellas que se perdían en la espesura hacia lo profundo de la vegetación... y es entonces que el grupo de guardas decide esperar el regreso de los posibles furtivos parapetados detrás de un gran tronco caído.
Horas después de tensa espera, escuchan el rumor de un grupo que se acerca al lugar... el pequeño grupo de furtivos se sorprende al escuchar la voz clara de Bernabé al dcarles el alto... hay un moento de dudas y un breve diálogo... son gente conocida y por eso Bernabé los reprende... y es entonces que sin aviso previo uno de ellos a media distancia abre fuego de escopeta... Bernabé quien se hallaba de pie y expuesto a un lado de su parapeto, recibe de lleno el impacto en su cuerpo siendo derribado... se desata una balacera de plomo y gritos de ambos bandos... los compañeros de Bernabé soportan pegados al suelo los disparos que cubren la retirada de sus atacantes y a su vez impiden que se acerquen a su compañero caído que se queja del dolor.
Minutos después el fuego cesa y es entonces cuando logran cargar al herido y luego de algunos minutos, llegar a la propia embarcación y emprender el regreso... no estaban cerca del poblado y Bednabé se estaba desangrando... los quejidos de Bernabé cada vez eran mas espaciados y débiles...
No recuerdo los nombres de sus compañeros ni del guarda que me lo relató... el tiempo logra que se borren de la memoria detalles de lo sucedido enn el durante y después... por eso creo que es mejor que lo escriba antes que estos recuerdos caigan completamente en el olvido.
Adalberto D. Alvarez